Me recuerdas a una guindilla en vinagre,
que acompaña los pasos de una estrella.
A esa aceituna rellena que todo lo sabe,
y acierta quién será el que acabe con ella.
Al último sorbo de vino que preside la cena,
y se evapora sabiendo que no es un hasta luego.
Al consejo que por aconsejado ya ni lo intenta,
y aconseja al aconsejador que deje los consejos.
Me recuerdas a esa canción que me creo mía,
y me celo de aquellos que también lo piensan.
A esos grelos que sin ellos el pulpo lloraría,
y pediría absolución a las bocas que lo retan.
Al postre que lo pides sin ganas de pedirlo,
y al primer bocado sabes el acierto en elegirlo.
Al beso inesperado y por ello más querido,
a su mono incontrolable y al control de su gemido.
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