sábado, 31 de diciembre de 2011

CARTA DE DESPEDIDA

La quería, como nunca he querido.
Mi fe, se alimentaba de ella.
Nunca vi mujer más bella.
Ni besé sabiendo que había perdido.

Fracasé, en lo referido al amor.
Así que fracasé en todo.
Nunca sentí tanto dolor, 
como cuando de nuevo estuve solo.

Fue un beso de propina,
para no sentirse culpable.
Y mientras yo dormía,
ella preparó su equipaje.

Y mi vida marchó, sin decir adiós.
Mientras yo soñaba con un beso.
El cual, al final resultó,
ser la muerte de mi deseo.

Mi bomba de sangre será inercia.
Mi aliento irá de farol.
Imitando su esencia,
cuando hayan lunas vacías de amor.

Todas, se podría decir.
Pero esta carta no es para dar pena.
Es una disculpa por decidir,
que lo mejor es cortarme las venas.

La quería, como nunca he querido.
Mi fe, se alimentaba de ella.
Nunca vi mujer más bella.
Ni besé sabiendo que había perdido.

Y mientras observaba la marea,
escuché un grito desesperado.
Me giré, y vi que era ella.
Y supe que me había equivocado.

En el último segundo de vida,
me dijo que lo sentía.
Que las maletas no eran una huida.

En el último segundo de vida,
me dijo que me quería.
Y escribió otra carta de despedida.

lunes, 26 de diciembre de 2011

EL ARCO

Que las campanas resuenen, en cada amanecer contigo.
Que robe el mendigo, sin miedo a que le arresten,
manjares que le dejen saciado, en los tenderetes del cariño.
Y alguna pieza de abrigo, en los bazares de los quereres.

Que estas plazas, no son colchones para desgraciados.
Se ha colonizado la especie, y viven de lujo entre baladas,
que están muy arraigadas, a los suspiros de los enamorados.

Y un enjambre de besos, susurra zumbidos en los hogares.
Invasión de romances, hacen que follar sea lo primero.
Que no existen floreros, con tronco y extremidades.
Que no existen los retales, de un mundo monedero.

Sale fuego del arco de Cupido.
Corazones siempre de verbena.
Salen de la trena los forajidos,
que fueron cogidos por decenas,
por falsos mecenas bravíos,
con sus desvaríos y promesas.

Sale fuego del arco de Cupido.
Y humo de todos los edredones.
Viejos colchones dejan el asilo,
para dejar en vilo a las adicciones,
que no dejan noches con pestillo,
pá que los gemidos no se trastoquen.

domingo, 18 de diciembre de 2011

NO CABE EL TÍTULO

Angustia el sentirse encerrado, cuando a tus lados está el infinito.
Y aun pegando mil gritos, el espacio parece que no esté escuchando.

Estremece el rebote de esa voz, que sale de nuestra garganta.
Los quejidos de Samantha, que sufre en otra falsa habitación.

Como un gorila en el zoo.
Como un pedo en un vagón.
Dentro de lo que cabe,
no quepo ni yo.

Da miedo la falta de metros, que dificulta el poder respirar.
Que sepa a poco la inmensidad, es para que nos lo pensemos.

Inquietan los pasos por dar, sin saber a quién hay que darlos.
El llanto de Carlos, aquél que vive en la calle de atrás.

Como en Japón el atún.
Como Cristo en la cruz.
Dentro de lo que cabe,
no cabes ni tú.

Hieren los cuchillos del agobio, en el callejón de la multitud.
El pisotón de un Big Foot, en el desierto de lo irrisorio. 

Ahoga la escasez de arbolitos, que nos den un poco de energía.
Por si acaso plantó sandías, en su balcón, don Hermenegildo.

Como mentira sin fraile.
Como tango sin baile.
Dentro de lo que cabe,
no cabemos nadie.

jueves, 8 de diciembre de 2011

SELVA PSICOTROPICAL

En la copa de un árbol, hay vino de roble.
Y en el fondo del mar, los posos ignorados.
Hay flores de mármol, y lianas de sobre.
En mi sala de estar, hay un bosque encantado.

No tengo el complejo de no ser Tarzán.
Siempre gritando.
Ni apuñalo a mi víctima por detrás.
A la chita callando.

En el lomo de una mesa hay hileras de sal.
Y en platitos de postre recetas para la vida.
En cucharas soperas, sangre de sociedad.
Sentado en mi sofá reposa un suicida.

No tengo el complejo de no ser Tarzán.
Viviendo com un animal.
Ni apuñalo a mi víctima por detrás.
Nunca encuentro mi puñal.

Caen meteoritos en mi sala de estar,
amenazando mi subsistencia.
Por tal de subir en globo para pasear,
el creyente vende su creencia.

Y mientras me afeito para salir de copas. 
La muerte hurta una vida.
Tendré que volver a cambiarme de ropa,
para cuando venga la policía.

No tengo el complejo de no ser Tarzán.
En una selva psicotropical.
Ni apuñalo a mi víctima por detrás.
A mi espalda no logro llegar.



 

lunes, 5 de diciembre de 2011

DEL POLVO VENIMOS

Una mota de polvo, deambula por mi habitación,
va estudiando en silencio los objetos estáticos.
Solo busca una morada, donde no sea arrollada,
y prueba en el sombreo de una lámpara de plástico.

Arrítmicos sus pasos por su falta de seguridad.
Se cobija en el calor de una bombilla casi fundida.
Pero le soplo y sale volando, hacia un baso de cristal,
que almacena el sobrante de un café de hace días. 

Una mota de polvo presa por la fatalidad,
de no encontrar un sitio donde pueda descansar.
Despechada donde vaya, bebe de la incomprensión.
Acabada en su comienzo de encontrar aceptación.

Del polvo venimos y así se lo pagamos.
Hecha polvo está la mota, y yo desesperado.
Su presencia me da picores,
y la insulto cuando me rasco.

Del polvo venimos y así se lo pagamos.
Hecha polvo esta la mota, y yo desesperado.
Soy alérgico de mi principio,
y mi principio se ha limpiado.

sábado, 3 de diciembre de 2011

NIÑOS

Niños, que nunca han podido ser niños.
Niños, sentenciados al instante de ver la luz.
Niños, que van muriendo por el camino.
Niños, que son la pereza de un sistema gandul.

Niños, eternamente en manos del olvido.
Niños, nido de enfermedades por la escasez.
Niños, con un esqueleto que pasa frío.
Niños, que lloran de miedo por el ayer.

Niños, que coleccionan consolas en un estante.
Niños, que tienen ropa para dar y vender.
Niños, sin deseos incumplidos en el petate.
Niños, que consiguen cualquier culo que ven.

Niños, que hacen la carta a los reyes magos.
Niños, que beben y beben y vuelven a beber.
Niños, con un bocata que ni yo me lo acabo.
Niños, con más juguetes que el Corte Inglés.

Niños, que desconocen a los otros niños.
Niños, sin la capacidad de comprender,
que son los niños, quienes pueden atinar el desatino, 
pues con los mayores, no nos queda nada por hacer.