domingo, 18 de diciembre de 2011

NO CABE EL TÍTULO

Angustia el sentirse encerrado, cuando a tus lados está el infinito.
Y aun pegando mil gritos, el espacio parece que no esté escuchando.

Estremece el rebote de esa voz, que sale de nuestra garganta.
Los quejidos de Samantha, que sufre en otra falsa habitación.

Como un gorila en el zoo.
Como un pedo en un vagón.
Dentro de lo que cabe,
no quepo ni yo.

Da miedo la falta de metros, que dificulta el poder respirar.
Que sepa a poco la inmensidad, es para que nos lo pensemos.

Inquietan los pasos por dar, sin saber a quién hay que darlos.
El llanto de Carlos, aquél que vive en la calle de atrás.

Como en Japón el atún.
Como Cristo en la cruz.
Dentro de lo que cabe,
no cabes ni tú.

Hieren los cuchillos del agobio, en el callejón de la multitud.
El pisotón de un Big Foot, en el desierto de lo irrisorio. 

Ahoga la escasez de arbolitos, que nos den un poco de energía.
Por si acaso plantó sandías, en su balcón, don Hermenegildo.

Como mentira sin fraile.
Como tango sin baile.
Dentro de lo que cabe,
no cabemos nadie.

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