lunes, 21 de febrero de 2011

LA VOZ DE LA MUERTE

Al lado del cadáver de un padre
de un hijo que a saber donde estará,
escribo un poema dedicado a la soledad
de una madre infectada con el VIH.

Una cuna se siente utilizada
en un cuarto, donde hace mucho
tiempo que no ve la luz.

Un biberón pudre los restos
que le quedan, de leche, saliva
y pureza. Dichoso baúl.

Y la madre sin entender nada
de su relato, con los ojos de búho
y con un mortífero gesto,
deja escapar por las muñecas su vida.

Un domicilio cargado de tragedia.
Asesinato, robo y mucha sangre.
Soy la voz de la muerte que media
la dirección donde los muertos acaben.

Hay que comprender, que el destino
es un cumulo de aciertos y desatinos, 
que en ocasiones puede ser cruel y mezquino.

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