Ella no quería hacerlo pero no tenía otra opción,
y temblando de miedo se marchó.
No podía seguir estancada en aquella situación,
y de todo lo que amaba se separó.
No quiso llorar para no perder nada de convicción.
Solo lo conseguiría con mucho valor.
Y cuando estaba aterrada se palpaba la barriga,
para coger fuerzas de una semilla.
Se lanzó sin saberlo hacía las garras de la muerte,
transformadas en agua y sal.
Y dos cuerpos sin vida parecen un simple juguete,
en manos de un niño malcriado que se llama Capital.
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