Una vez lapidado
el ratio de tu corazón,
ya seré liberado
y gritaré, por cada rincón...
que te olvidé.
Y la noche ignorará
los insultos recibidos,
me perdonará
con silencio en mis oídos.
Uno de medio.
Aprenderé a volar
sin desplumarme.
Dejar de embadurnarme
con el fango de tu altar.
Y esos bares de copas
que tanto me escucharon,
serán ellos los escuchados
donde el sol estorba...
y no es invitado.
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