Huelen a goma quemada
las calles de mi ciudad.
Transitadas por la gente
que lucha por tu libertad.
Los pájaros huyen sabiendo,
que no es el momento
de ponerse a cantar.
Las órdenes vienen de dentro,
y con un fin violento
empiezan a cargar.
Y esos gritos de justicia y de paz,
se convierten en gritos de socorro.
Unos armados y con máscaras de gas.
Otros corriendo entre insultos y lloros.
El silencio del resto es mortal.
Es la vía libre del salvaje.
Nunca es demasiado tarde
para sumarse uno más.
Detrás del uniforme no hay nada,
y dentro del casco un melón.
Son igualitos que una plaga
de cucarachas que invaden tu salón.
Pero ellos disparan. Y disparan a matar.
Ya son varios ojos perdidos por no callar.
Aunque sigan disparando. Disparando a matar.
Con la política del miedo no nos vencerán.
Se cubren las espaldas con la independencia.
Y la obediencia de los borregos ataca.
Irónico es que utilicen argumentos libertarios,
para mancillar a la propia libertad.
Y para seguir siendo poderosos y millonarios,
empobrecen a la clase obrera con impunidad.
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