Andando por una calle repleta
de gente apresurada,
esquivo las miradas
que hieren como balas de escopeta.
Invisibles entre ellas.
Como si una fuera la dueña
del espacio integral.
Y yo voy a lo mío.
Que es olvidarme del frío
de tu beso mortal.
Aquél que nunca volvió,
y desde entonces yo
busco reemplazar.
Estar entre desconocidos,
hace que uno mismo
se conozca aún más.
Y creo que he entendido,
la gravedad de lo perdido...
mi auténtica libertad.
La que abría la celda,
a una cordura intermitente.
La que cerró la veda
a conceptos delincuentes.
Y ahora preso, por falta de tus barrotes,
voy enturbiando la realidad.
Y no es que yo no controle,
es que me la suda lo que me pueda pasar.
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