Observo, por la ventana de un tren vetusto,
cómo me voy alejando de mi existencia.
La velocidad es endiablada, y me asusto.
Acaecido por lo fugaz de la experiencia.
Pienso en si servirá de algo mi pasado,
en si el contenido del corazón es reciclable.
O si sólo seré un proyecto caducado,
que de él no quedará nada aprovechable.
En si seré o dejaré de ser.
En si te podré, vida mía, seguir queriendo.
En si no es mi último tren.
En si un acto de fe, nos llevará a algún cielo.
De vez en cuando me pongo a leer,
poemas que escribí sin saber a qué.
Y cada vez estoy más seguro
que nuestro incierto futuro, es su valedor.
De vez en cuando me pongo a llorar,
y no tengo nada claro el porqué.
Y cada vez estoy más seguro,
que estoy inseguro por un posible adiós.
Un adiós impuesto.
Un adiós supuesto.
Un adiós que esconde
la respuesta más buscada.
Un adiós que corrompe
a las almas más viciadas.
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